miércoles, 10 de abril de 2013

De la crónica de Indias al relato de viaje


De la crónica de Indias al relato de viaje

Por Carlos E. López Castro (Revista No. 79)



Desde el descubrimiento de América, se conocen los relatos de viajes, en ese entonces conocidos como “Crónicas de Indias”, que eran narraciones históricas, principalmente desde la mirada de los colonizadores españoles, sobre los acontecimientos durante el descubrimiento, conquista y colonización del continente americano, con los detalles de la geografía y la vida de sus  pobladores. ¿Los relatos de hoy, podrán ser documentos para el futuro?
DESCUBRIMIENTO
Desde la primera crónica que se conoce: “El Diario de Navegación de Colón”, del año 1493, dirigida a los Reyes Católicos, se muestra la intención de explotación económica, el salvajismo de los españoles, la codicia por el oro y la sed de expansión católica.
A propósito del salvajismo de los españoles, en el año 1541, Jorge Robledo envió a Jerónimo Luis Tejelo para que pasara al otro lado de las montañas de la mina de Guaca (hoy municipio de Heliconia). Sobre el descubrimiento del Valle de Aburrá (nombre que para los indígenas significaba pintadera), veamos lo que se escribió, (conservamos la ortografía original): “…Como ellos nunca habían visto christianos; saliéronles al camino sin dar lugar á que se le hiciese parlamento ninguno,  e tovieron con ellos su guazavara (“Guazábara” significa guerra o combate en el lenguaje Taino), que les duraría tres horas, donde fue bien reñida de ambas partes, é hirieron seis ó siete  españoles y mataron é hirieron caballos, donde los españoles vieron en muy gran riesgo de perderse. Pero como Nuestro Señor nunca desampara los suyos, la gente de á pie lo hizo tan bien, que  con la ayuda de los de á caballo rompieron á los indios é los metieron en el pueblo,  se metian en los bohíos è se subían en la cumbre dellos, como si alli no los puedieran tomar. Y estaban espantados de ver tal gente, que segun ellos despues decian, que cuando los   cometieron pensaron que eran indios; como les hobieron ganado el pueblo, el dicho Jerónimo Tejelo hizo aposentar los heridos y poner recado en el real, y despachó luego dos mensajeros al Capitán haciéndole saber lo que pasaba… Esta provincia se llama en nombre de indios Avurrá, y le pusimos por nombre el Valle de San Bartolomé…”1 
¿CONQUISTA?

Como caso curioso, Bartolomé de las Casas, en sus crónicas tituladas “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, fue casi el único que mostró la barbarie de los españoles y por eso  dio origen a la Junta de Valladolid, al divulgarse por toda Europa como propaganda antiespañola. Así escribió Bartolomé de las Casas: “La provincia de Sancta Marta era tierra donde los indios tenían muy mucho oro, porque la tierra es rica y las comarcas, e tenían industria de cogerlo. Y por esta causa, desde el año de mil y cuatrocientos y noventa y ocho hasta hoy, otra cosa no han hecho infinitos tiranos españoles sino ir a ella con navíos y saltear e matar y robar aquellas gentes por robarles el oro que tenían y tornábanse en los navíos que iban en diversas e muchas veces, en las cuales hicieron grandes estragos y matanzas e señaladas crueldades, y esto comúnmente a la costa de la mar e algunas leguas la tierra dentro, hasta el año de mil e quinientos e veinte y tres”.
SIGLO XVIII
Muchos años después, otros visitantes llegaron como exploradores o con el propósito de establecerse definitivamente. En el año 1761, Antonio Arévalo, en sus crónicas, expresa la importancia de la navegación por los ríos para el paso de contrabando, en el golfo de Urabá. Así escribió: “De éstos, el de Cuacubá es bastante caudaloso(…)  y navegable por muchas leguas para subir a la provincia de Antioquia, cuya capital estará a cosa de 16 leguas de su boca, 8 de navegación y 8 de camino de tierra bueno pero éste no está permitido, y sólo lo saben y usan los contrabandistas para las intro¬ducciones ilícitas de géneros que compran a los extranjeros que frecuentan el Golfo para este trato, que les es de suma ganancia por la prontitud y facilidad de las conducciones que por aquí son de un costo excesivamente inferior al que tiene por el camino ordinario de tierra del Reino, en que emplean tres meses”.2 
SIGLO XIX
Durante el siglo XIX, el mayor número de relatos de viajes lo escriben los ingleses, seguidos de los franceses y los norteamericanos.
Humboldt, en su Diario, que estuvo inédito hasta el siglo XX, habla del árbol de la vaca: “Hemos descrito un árbol, el palo de vaca, cuya leche aromática y espesa se recoge en totumas, haciendo incisiones en el tronco. Los negros de esa zona beben una leche vegetal no cáustica, agradable y ¡muy nutritiva! Esa leche, tratada con ácido nítrico, da caucho, y poniéndola al sol deja caer una especie de queso carmelita muy espeso, que fermenta como queso animal. En esa forma hemos enviado dos recipientes, mezclada con álcali, el señor Fourcroy. En el río Iscuandé, en el mar del sur, existe un árbol Sande, cuya leche beben los nativos de esa zona. Así, también el palo de vaca.”3
ANTIOQUIA
Y MEDELLÍN
En el siglo XIX, los cronistas llegados de otros países se dedicaban a describir el paisaje (con escritura estética). Carl August Gosselman, en 1825, escribe así al llegar a Medellín: “Cuando llegamos al cerro Santa Helena (hoy  es el Corregimiento de Santa Elena) desde donde se tenía una visión impresionante sobre el valle, nos embargo una emoción de belleza inenarrable. Esto era inmensamente mas hermoso que lo observado en La Ceja, tanto por la altitud como por la riqueza del cuadro que allá abajo se exponía. Si el valle del Rio Negro parece el compromiso del país con la hermosura, el que se me ofrecía a la vista era el paraíso. Desde aquí me parecía uno de los escenarios más bellos en que pudiera descansar la vista humana.
“Su descripción resulta imposible, lo que ocurre cuando debemos usar el lápiz en reemplazo del pincel. Como si el borrador de un cuento inconcluso complementara los detalles de una pintura acabada… Un sendero con menos pendiente y mas ancho, acompañado por altos cactus y flores silvestres nos conducía a la ciudad. Pasabamos por naranjales, dulces y agrios, que con su aroma perfumaban el aire tibio. Pronto las casas comenzaron en las calles de la ciudad de Medellín…”4 
En 1880, Federich Von Schenk, escribió sobre los caminos de arrieros: “Al principio del siglo existió solamente un camino en pésimas condiciones que llevaba a Medellín, y que arrancó en Juntas, una bodega y fonda ya olvidada, y se encontraba en la confluencia del río Samaná con el Nare y seguía por Canoas, Guatapé y el Peñol. El actual camino que arranca desde Nare, pasa por Canoas, y desde aquí toma una dirección más al sur, entra en el hermoso valle de San Carlos, y deja al Guatapé a la derecha. Pero también este camino, por el cual llegué a Medellín en 7 días de viaje a caballo (inclusive un día de descanso en el Peñón (El Peñol), es sencillamente espantoso... todavía esta region entre el río Nare y San Carlos está muy escasamente poblada; en todo caso menos densamente de lo que parece a primera vista al viajero. Engañan las muchas rozas en el monte, que se explican por lo que es antioqueño sólo siembra una o dos veces el maíz sobre el suelo del monte quemado, ya que la segunda o la tercera cosecha sobre esta roza no lo satisface ya, y por eso la abandona para trasladarse a otro sitio y repetir el mismo procedimiento. La siembra de maíz en esta región se realiza en el mes de septiembre, y la cosecha se obtiene cuatro meses más tarde. En los meses de marzo y abril se efectúa una segunda siembra, que se llama en Antioquia la traviesa. El maíz es el producto más importante de estas montañas. Donde no se da el maíz, tampoco se da el antioqueño…”5
El martes 20 de octubre de 1891, Jorge Brisson, describe su viaje así: “Se descubre a Medellín 3 horas antes de llegar a él; la ciudad blanca se extiende en un magnífico valle rodeado de montañas lejanas; empiezo a bajar a las 6 a. m.; el comienzo en zig-zag es pedregoso, barroso y penoso por motivo de su pendiente rápida y sin interrupción alguna. A las 9 y 30 a. m. entro en la capital de Antioquia después de haber ejecutado en seis días y tres horas un trayecto de 40 leguas (200 kilómetros), de los cuales se puede asegurar que no hay tres en un plano horizontal. Suponiendo que he caminado, termino medio, nueve horas al día, he puesto, por consiguiente, para franquear esta distancia: 57 horas. La ciudad de Medellín, nombre tomado de  Estremadura, en España, ha quitado a la de Antioquia el primer lugar entre las poblaciones del Departamento, y al presente es la segunda de la República. El gracioso valle de Aburrá, que apenas tiene 4 leguas de máxima anchura por 10 de longitud, está poblado por 140,000 habitantes, pero la ciudad no contiene más de unos 25,000. El río que llaman también Medellín, forma, con el río Grande, el río Porce, que desagua en Nechí, afluente de la derecha del Cauca…’’6 
PA´ EUROPA
A LOMO DE MULA
Recordemos que antes de 1914, año en que llegó a Medellín el primer tren, para viajar al exterior se hacía por tierra hasta Caracolí y de allí hasta Puerto Berrío desde donde se navegaba por el río Magdalena hasta Barranquilla donde se embarcaba en un buque a vapor. En 1902, el rico comerciante Ricardo Olano en sus memorias escribió: “En esos tiempos la gente salía poco de Colombia y el viaje de una persona al Viejo Mundo era un acontecimiento parroquial. Para las jornadas hasta Caracolí, mi padre compró una magnífica mula y cuando fueron a ensillarla en la pesebrera para mi viaje, la encontraron muerta, asfixiada… Salimos de Medellín el domingo 12 de abril de 1902 a las 2 y media. A despedirnos fueron muchos amigos a caballo hasta El Edén y unos pocos hasta Girardota… Como había muy pocos buques en el río, por causa de la guerra, tuvimos bastante días de demora en Puerto Berrío… la carga de importaciones para Antioquia estaba detenida en Puerto Berrío. Las bodegas del Ferrocarril, los depósitos particulares, casas, ranchos, todo estaba atestado de bultos. En Medellín se creía en el comercio, que allí había mercancías por lo menos para un año. Así que se habían suspendido los pedidos… En Colombia ardía la guerra civil y yo compraba impasible. Nuestra casa aunque pequeña y nueva, tenía créditos muy bien cimentados…”.7
EL PRESENTE
PARA EL FUTURO
Si las crónicas anteriores nos sirven hoy para saber del pasado, ¿los relatos de hoy, podrán ser documentos para el futuro? En un importante encuentro de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, realizado en Ciudad de Méjico en octubre pasado, se concluye: “A la crónica se le pide que sea la voz y la historia de los otros; se le pide una función social y una estética, se le pide poner la realidad en la encrucijada entre lo subjetivo, lo colectivo y los hechos; se le pide ser política y marginal, mutante y transgresora”.
Un gran reto para quienes escriben crónicas del presente, para que sean un referente en el futuro.
--
Notas:
1De viajeros y visitantes. Informes de descubrimiento, relación de visita y relatos de viaje, 1541-1948. ITM, Medellín, 2003, ps. 19 y 20.
2James J. Parsons. La Colonización Antioqueña en el Occidente de Colombia. 1950, p. 161.
3Gosselman, Carl August. “Viaje por Colombia 1825 y 1826”.
Publicación digital en la página web de la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República.
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/viajes/indice.htm>
4 De viajeros y visitantes. Informes de descubrimiento, relación de visita y relatos de viaje, 1541-1948. ITM, Medellín, 2003, p. 37
5Federich Von Schenk. Viajes por Antioquia en el año 1880. Bogotá, Banco de la República, 1953.
6 Jorge Brisson. Viajes por Colombia en 1891-1897. Bogotá, Imprenta Nacional.
7Ricardo Olano. Memorias, tomo I. Universidad Eafit. 2004.



No hay comentarios:

Publicar un comentario