miércoles, 20 de julio de 2011

El verbo Juniniar en una vía peatonal

Por Carlos E. López Castro

Antiguamente, la carrera Junín era conocida como  El Resbalón, que fue una danza popular de los viejos tiempos.
    Junín fue el nombre de una de las batallas que ganó Simón Bolívar para lograr la independencia de Ecuador.
    El sector al norte de la quebrada Santa Elena, no estaba poblado en el primer croquis de la villa en el año 1783, sólo existían casas de La Playa hacia el sur. Con la construcción del puente Junín se inicia el poblamiento de ese sector al norte. En algunas fotos antiguas podemos ver como en esa época algunos habitantes sacaban oro debajo del puente Junín en la quebrada Santa Elena.
    Una muestra de nuestra ciudad en tiempos en que sus calles eran similares a las de un pueblo, la podemos ver en un aviso del periódico El Bateo del 19 de octubre de 1904: “¡Marrano! Tengo en mi poder uno que me acompañó anoche desde el puente de Junín hasta mi casa. Lo entregaré a quien me de (sic) señas exactas de él. Cobraré el potreraje”.1
    Durante muchos años el verbo juniniar se refería al hecho de caminar por la carrera Junín, para ir de compras, de paso o al encuentro para dialogar con otras personas. Junín, donde nadaístas, colegialas, desempleados, ricos y pobres se revolvían en las mismas necesidades de comprar o vagar. Pero el sector de la calle Colombia hasta Amador, se confundía con el Guayaquil de cafetines y burdeles.
    En la esquina de Junín con La Playa (donde hoy está el edificio Coltejer), en 1924 fue inaugurado el monumental edificio Gonzalo Mejía (construido con dineros del Consorcio de Fomento: Gonzalo Mejía, Nemesio Camacho, Juan Di Domenico y Harold B. Mayham), diseño de Agustín Goovaerts. En este edificio estuvo hasta 1968 el hotel Europa y el Teatro Junín que en su época llegó a ser el séptimo teatro más grande del mundo y el primero en Colombia con capacidad para 3.500 entradas, así: mil personas en luneta, 500 en primera, siete palcos de 6 entradas cada una y más de dos mil entradas de galería.
    Otro sitio muy recordado durante muchos años fue el Club Unión, hoy convertido en centro comercial. Así se cuenta como se fundó: « ...les contaré que hubo aquí dos clubs, que se llamaron «El Club Belchíte» y «El Club de la Mata de Moras», que era de viejos y que pronto se refundió en el Unión... El de la Mata de Moras, dizque porque en alguna ocasión el doctor Teodomiro Llano había dicho: Aquí no hay más moral que la mata de moras…»2
    En el pasaje Junín, frente al Club Unión estuvo el teatro María Victoria, que según el historiador Fabio Botero: “Este teatro sufrió en 1935 un trágico accidente, cuando la vibración del gran ventilador central produjo el desplome del techo, accidente en el que pereció el escritor  santandereano Jaime Garíca Parra, y varias personas más”.3         Existen situaciones en la vida urbana que hacen que ya las calles no vuelvan a ser las mismas. Una de esas situaciones es el recuerdo de muchos veteranos que en su niñez iban los domingos a cine, al teatro Junín y a su salida la muchachada se reunía para intercambiar revistas.
    En 1934, la carrera Junín ya estaba pavimentada y en 1935 fue el año en que se les da un número a las calles y carreras, y Junín se empieza a conocer como la carrera 49.
    En 1939, se inicia la ampliación y continuación de la carrera Junín desde La Playa hasta San Juan (punto conocido como Los Balcanes). En 1940 escribe en sus memorias don Ricardo Olano sobre este ensanche: “Carrera Junín: Los trabajos de esta ampliación marchan normalmente aunque muy despacio. Al frente oriental de la Plazuela Uribe Uribe ya la avenida está abierta en el lote comprado a los señores Melguizo y se han construido allí edificios modernos… En el comienzo de la avenida sobre la orilla de la quebrada de Santa Helena (sic) ya se tumbó el edificio de los señores Vásquez Uribe, donde estaba la cantina de la Bastilla edificio mezquino y antiguo que era una vergüenza de Medellín en esa parte central”.4
    Pero otras personas no pensaban igual de La Bastilla, café que durante muchos años fue el templo de un grupo de intelectuales y del cual el historiador Fabio Botero escribe: “El café La Bastilla que fungió entre 1915 y 1970, con una triste muerte en el olvido y abandono hacia 1995”.    (Fabio Botero. Cien años de la vida de Medellín. Editorial Universidad de Antioquia. Segunda edición 1998. pág. 558)
    Otro protagonista y testigo de los tiempo idos fue el señor Jesús Peláez Álvarez, colaborador durante seis años de Historias Contadas, quien escribía sobre el Café la Bastilla, así: “La muy selecta clientela del mencionado café mantenía llenas todas las sillas del establecimiento. Un sitio aparte estaba reservado a Tomás Carrasquilla, a Horacio Franco y a otros periodistas muy prestigiosos. Emilio Jaramillo y José Mejía se insultaban todos los días en los periódicos que regentaban con mucha autoridad. En La Bastilla eran aplaudidos frenéticamente estos maestros de la diatriba. También en Junín con Colombia teníamos “El Bateo”, periódico de humor subido. En las páginas de este semanario aparecía todo lo que ocurría en la ciudad y aún en la nación cuando la cosa valía la pena comentarla. Don Enrique, personalmente entregaba el periódico a la muchachada que esperaba la salida del periódico más grosero. Las gentes de todas las pelambres sociales compraban “El Pasquín” que se agotaba inmediatamente. Lo doblaban con cariño como quien envuelve una reliquia muy estimada”.5
    Junín, con el paso del tiempo se llenó de almacenes y se fueron instalando restaurantes, cafeterías y salones sociales en los cuales una parte de la élite de la ciudad se reunía en la tarde a tomar el té. Costumbre que se perdió porque ya el verbo es juniniar, en el cual los visitantes del Centro... con la misma vara serán medidos.
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NOTAS:

1 Periódico El Bateo. 19 de octubre de 1904.
2 Varios autores. La ciudad y sus cronistas. Instituto Técnico Metropolitano. Medellín, p. 106
3 Fabio Botero. Cien años de la vida de Medellín. Editorial Universidad de Antioquia. Segunda edición, diciembre de 1998
4 Ricardo Olano. Memorias tomo II. Colección Cielos de Arena. Medellín, 2004. p. 608
5 Jesús Peláez Álvarez. En Revista Historias Contadas No. 38, p. 12

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