miércoles, 20 de julio de 2011

La carrera Girardot, donde estaba el circo España

Por Carlos E. López Castro

Los sitios más importantes del pasado de la carrera Girardot fueron el “Puente Colgante” construcción dirigida por los estudiantes de la Escuela de Minas, en la quebrada Santa Elena, y el circo España, ubicado entre las calles Caracas y Perú.
    Esta carrera 43 toma el nombre en memoria de Atanasio Girardot, quien nació en una antigua casa cerca de la iglesia La Veracruz, en mayo de 1771. A sus 18 años terminó su carrera de abogado, a los 22 años era coronel. Participó activamente en la campaña libertadora y murió en la batalla del cerro El Bárbula en 1813.
    Antiguamente la carrera Girardot se confundía con el callejón llamado El Chumbimbo que empezaba en el puente de Girardot y continuaba hacia el norte desembocando a media cuadra del Circo España.
    En el año 1870 se decía de la carrera Girardot que era la más oriental recientemente abierta. Principia en Pichincha y sigue hacia el norte, cruzando la quebrada y llega al Chumbimbo una calle sin nombre.1
    En la carrera Girardot con Maracaibo existió un árbol de Guanábano, nombre con el que fue bautizado todo el sector (hoy parque del Periodista).
    Algunos cronistas del pasado, testigos directos que vivieron la época escribieron sobre el Circo España así:
    “Circo España, construido en 1909-1910 por una sociedad formada por don Daniel Botero –terrateniente urbano en la zona, cuya casa quedaba en Maracaibo con El Palo-, don Antonio Gutiérrez, don Ernesto Trujillo, don José Ughetti y don José Zapata; el arquitecto fue Horacio Rodríguez. Esta importante obra se destacó desde entonces, según algunos, incluso a nivel suramericano. Cuando en 1912 se importó, además, de Alemania y a todo costo, la gigantesca estructura metálica para ponerle una cubierta que permitiera funciones permanentes de teatro, ópera y cinematógrafo, hubiese o no lluvia, este espléndido escenario cumplió  un papel capital en Medellín y fue por mucho tiempo motivo de justo orgullo, ya que su capacidad para dichos espectáculos llegaba hasta la increíble cifra de 7.000 espectadores (para “circo de toros” propiamente dicho, sólo 5.000). El circo ocupaba un basto cuadrilátero entre la calle Caracas y Bolivia y las carreras Girardot y Córdoba”.2
    Hasta se dice que en Girardot con Perú existió una cancha de tenis en el año 1915.
    En 1925, en una guía turística de Medellín, se dice del Circo Teatro España: “Calle de Caracas. Teléfono: 180. Una de las mejores plazas de toros en Suramérica, que se ha adaptado también para representaciones teatrales y de cinematógrafo al aire libre.3
    “Frente a la Puerta Mayor, y por su césped, era por donde a lado y lado, la imaginación de alguna señora había ideado lo de los estanques y lo de los patos. Patos que durante mucho tiempo retozaron apaciblemente los domingos de corrida, indiferentes a la soberana grita del respetable apiñado en las galerías y a buen seguro algo pasado de aguardiente. Algunas soberanas palmas –mucho más soberbias de las que se les pudieron brindar a los lidiadores- y que se murieron de viejas  antes de que el Circo fuera transferido a otro sitio, encuadraban también la Entrada Mayor, con su avenida de cascajo, sus ribetes de geranios y sus dos estanques donde retozaban los patos… No fue el Circo España el primer circo que hubo en Medellín. Lo precedieron el Circo de El Palo… En cambio fue el más grande que hubo para su tiempo. Le precedió inclusive, a las Arenas de San Diego, en Bogotá”.4
    Por otra parte, don Jesús Peláez, lo describe así: La muy hermosa arquitectura de la entrada, estaba ubicada al cruce de la carrera Girardot con la calle Caracas. Una avenida amplia, de la entrada hacia el interior, daba acceso al público que había pagado la entrada a palcos y otros sitios especiales, reservados a las personas económicamente pudientes. Los pobres, los pata al suelo, tenían su entrada por la calle Perú. Allí, un hombre de apellido Peña, que había dejado el puesto de policía, se las entendía con toda la muchachada –en su mayor parte niguatera- que pretendía entrar al espectáculo haciendo torres humanas para ganar la tapia, y luego, saltar al piso para colarse diseminándose entre los espectadores.5

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NOTAS:
1Ricardo Olano. Memorias. p. 314
2Fabio Botero. Cien años de la vida de Medellín. Editorial U. de A. y municipio de Medellín. Segunda edición, 1998, p. 97
3Varios autores. La ciudad año 1925, p. 317
4Uriel Ospina. Medellín tiene historia de muchacha bonita. Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, 1976, p. 90
5 Jesús Peláez Álvarez. Revista Historias Contadas No. 17, octubre de 2005, p. 28

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